A las nueve de la mañana, con el sol en alza, la luz que no logra colarse a través del Palazzo della Civiltà Italiana rebota en su mastodóntica fachada de mármol travertino. Roma está, como es habitual, espléndida, y su amanecer se siente casi como un renacer después del largo año que hemos vivido. Delfina Delettrez (Roma, 1987) llega a su cita puntual, conduciendo ella misma su Fiat. Está en su zona de confort. Este ‘Colosseo Quadrato’, construido con motivo de la Exposición Universal de 1942 en la capital italiana es, desde 2015, la sede de Fendi, la compañía de su familia. Y ahora que ha sido nombrada directora artística de joyería de la marca, ésta es, además, su oficina. Hasta ella tiene que pellizcarse cuando sube las escaleras cada mañana:
“Es un recordatorio de quién eres. Cuando llego y miro el palazzo desde abajo me siento minúscula y humilde, pero cuando subo a mi oficina y veo las vistas, la cosa cambia: me siento poderosa, ¡como si la ciudad fuese mía! [ríe]. Es un juego de perspectivas que te aporta diferentes sentimientos según desde dónde lo mires”, cuenta observando sus formas puras.
La moda corre por las venas de Delfina Delettrez
Delettrez es hija de Silvia Venturini, creadora del icónico bolso Baguette, y nieta de Anna Fendi, una de las cinco hermanas que impulsaron la compañía familiar que habían fundado sus padres contratando en los años 70 a Karl Lagerfeld como diseñador. Era el ecosistema perfecto para que una joven inquieta y algo rebelde, Delfina, se adentrara en el mundo del diseño y en la industria de la moda. Eso sí, por su propio pie, en una división, la de las joyas, en la que su familia no podía aportarle gran cosa. Así que se lanzó a la aventura con tan sólo 18 años, embarazada de su primera hija.
Fue entonces, entre la incertidumbre, el miedo y la ilusión, cuando creó su primera joya: un anillo de unas manos de esqueleto que sujetan un rubí.
“Es, sin duda, la pieza con más valor sentimental que tengo. Fue la que me hizo enamorarme de lo que hago hoy. Era un poco macabro: estaba dando vida y creé una especie de memento mori, pero es como me sentía entonces, ¡muerta de miedo!”, concede.
En 2007, impulsada por ese primer tesoro, lanzó su firma homónima de joyas diferentes.
Piezas con alma díscola como la suya y un espíritu creativo imparable. “Mi visión ha cambiado mucho desde entonces. Antes era joven y rebelde de un modo diferente a como lo soy ahora. Trataba los materiales nobles como cualquier otro, y la belleza, para mí, estaba en el concepto. No importaba qué usara diamantes, madera o goma. Hacía cosas que se consideraban pecado en joyería: esmaltar el oro, engastar las piedras boca abajo...”, relata. “Mi estética evolucioné cuando mi conocimiento lo hizo, pero era completamente libre aplicando las reglas de la moda –la experimentación y la creatividad– en el mundo de la joyería que es, por naturaleza, tradicional”.
Fue su abuela quien la introdujo en este sector de manera casi premonitoria. Al nacer le regaló una aguamarina: una piedra acuática para Delfina, de nombre también marino y futura joyera.
“Siempre me ha gustado pensar que eso fue mi iniziazione. En las familias italianas se regala una joya cuando nace un bebé, pero a mí mi abuela me obsequié una piedra en bruto, como diciendo: ‘A ver qué haces con esto’”, explica.
Al hablar de su clan, Delfina destaca su carácter humilde, uno de los valores más importantes que, dice, le han transmitido:
“Nunca hemos sido de esa gente de la moda que sólo está interesada por el aspecto frívolo de la industria. Mi familia siempre ha sido muy trabajadora y mi abuela, con todo lo que ha logrado, conducía un Fiat 500 destrozado. Ella nos enseñó el poder del lujo silencioso”.
Relevo generacional
A principios de este año, Delfina Delettrez fue nombrada directora artística de joyería de Fendi, introduciéndose formalmente por primera vez en la compañía.
No hay más que mirarla a los ojos para ver cómo la ilusión por este nuevo reto le desborda: “Es como añadir fotos nuevas a un álbum familiar. Comparto con mi madre y mi abuela la misma pasión por la creatividad y por el hecho de llevar un nombre que no sólo es una marca estupenda, sino también un equipo de personas maravillosas. Me siento tremendamente orgullosa de formar parte de esta historia” confiesa.
Y su madre, por descontado, también. Sobre todo porque, consciente de que era su propia hija, no fue ella la que la llamó a las filas, sino Kim Jones, el director creativo de la casa.
“Con mi marca, en mi pequeño universo, he hecho por darle una vuelta a las reglas de la joyería. Y creo que ese es mi gran valor aquí: intervenir un mundo con una gran tradición detrás que ha de preservarse, pero que también necesita reinventarse. Creo que por fin estamos viviendo una revolución en este sector, y que puedo ser muy úútil en este sentido con mi manera de mezclar el ADN de la moda con el de la joyería”.
Trabajar mano a mano con alguien como Kim Jones, dice “es duro pero muy divertido. No importa dónde vaya o lo que haga, sabe transmitir el sentido de la familia, de comunidad, y te puedes imaginar lo importante que es eso para nosotros”. Él es el encargado de dar una nueva visión a la división de moda de Fendi, continuando el muy pesado legado de Lagerfeld. Su primera colección juntos fue la alta costura del pasado enero, una propuesta inspirada en Virginia Woolf y los intelectuales del Círculo de Bloomsbury. “Hablamos mucho, Kim y yo.Empezábamos a conocernos y era importante que nos entendiéramos”, cuenta. Las joyas tuvieron un gran protagonismo en los looks, con enormes pendientes de cristal que enmarcaban el rostro de modelos y adornos de pelo igualmente relevantes.
“Quería que emanara fuerza y fragilidad a la vez, por eso decidí usar cristal, dándole una apariencia casi de mármol. Uno de los motores de Fendi es que nada es lo que parece, y jugamos mucho con esa premisa en los materiales”.
Delfina Delettrez mueve constantemente sus anillos mientras habla. Ha elegido ella misma cada una de las joyas que lleva en las fotos. Las conoce bien, pues, por supuesto, son obra suya, su segundo asalto en Fendi. Se trata de la colección O’Lock, un juego de palabras entre Fendi y five (cinco, el número de la suerte de la casa), la hora (o’clock) y el cierre del candado (lock, en inglés) que llevan algunas piezas. It’s always Fendi time! (¡siempre es tiempo de Fendi!)”, bromea entre risas. En esta propuesta experimenta por vez primera con el logo FF diseñado en su día por Karl Lagerfeld. Lo que ella considera, más que algo comercial, su emblema familiar.
“Me movía entre el respeto y la emoción por reimaginarlo. Quería trabajar con él y convertirlo en joya; hacerlo más redondeado, sinuoso... femenino y masculino a la vez. Precisamente, una de las cosas que me inspiraron a darle esta nueva forma fueron los arcos del palazzo”, confiesa señalándolos.
Delfina Delettrez inicia así la carrera de la cuarta generación Fendi trabajando para la casa, y tendrá que compaginar su nuevo rol con su marca personal. Este reto no le quita el sueño:
“Ambas se nutren mutuamente. Divido mi tiempo entre las dos y es un ejercicio muy enriquecedor: Fendi con su pasado y una historia que tanto me inspira, me invita, sin duda alguna, a reinventar sus códigos de una manera contemporánea”, afirma.
Por: Celia Cuervo Sigue leyendo...
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