La reina Isabel II visitó México dos veces en vida, y pocos saben que en uno de esos viajes se cautivó por una pieza que formaría parte de su ajuar de joyería. Hablamos de una perla mexicana usada nada menos que para la corona de San Eduardo, pieza histórica que se usa para las ceremonias de coronación.
Cómo la corona de la reina Isabel II llegó a tener una perla mexicana
La corona de San Eduardo es la corona utilizada históricamente en el momento de la coronación, y fue usada por Isabel II en su gran día en 1953. Aunque fue hecha para Carlos II en 1661, como reemplazo de la corona medieval que fue fundida en 1649. En ella yacen 22 quilates de oro y pesa 2.23 kg, tiene cuatro cruces pattée rematadas con rubíes y cuatro flores de lis rematadas con perlas, y dos arcos decorados con esmeraldas, zafiros y diamantes, y en la base, hileras de perlas. El valor de la corona es difícil de estimar, pero el oro utilizado para construirla hoy día vale más de £116,000 (unos $145,000 USD).
Antes pertenecía a San Eduardo El Confesor, rey de Inglaterra de 1042 a 1066, pero la pieza fue destruída y se reconstruyó para Carlos II, según el Mexico Daily Post. En esta corona reconstruida yacía la perla llamada Great Lemon (Gran Limón), que resaltaba de entre ellas. La extrajeron del Mar de Cortez en Baja California Sur, México, en 1883 por los buzos Juan Vacaseque Calderón y Antonio Cervera; lleva este nombre porque su forma es similar a la de un limón. El medio añade que esta perla después pasó a ser propiedad de Antonio Ruffo Santa Cruz —comerciante y empresario mexicano que fundó la tienda departamental La Perla de La Paz—, pero se la regaló al rey Eduardo VII para usar en su corona.
Años después, la reina Isabel II se habría interesado por la historia de esta perla, así que cuando viajó a Baja California en 1983 pudo conocer más del sitio que le otorgó una de las perlas mexicanas más resplandecientes de esta histórica corona.