Mientras se prepara para protagonizar la película número 25 de Bond, la actriz tiene la misión de usar su voz para el bien y representar a su comunidad y sexo con orgullo.
Por Yrsa Daley-Ward
La primera vez que vi a Lashana Lynch en pantalla durante 2012, sentí lo que las artistas negras que ven a otras artistas negras haciendo lo suyo suelen sentir: una sensación de aliento profunda y perceptible, como si nosotros también perteneciéramos allí.
En ese momento, no veíamos mucha evidencia de esto en el cine del Reino Unido, por lo que la aparición de Lynch como atleta olímpica en la película Fast Girls de Noel Clarke –sumado su físico de corredora y una sonrisa increíble– fue un momento alentador. No íbamos a conocernos en persona hasta años después, cuando vino a sorprenderme durante la lectura de mi libro en la ciudad de Nueva York; después, discutimos nuestros rituales comunes de mujeres caribeñas durante una cena nocturna.
Cuando algún jamaicano que conozcas diga «Hablemos las cosas», siéntate, porque van a decir todo exactamente como es. Hoy, en una tranquila mañana de sábado de agosto, Lynch está haciendo precisamente eso. Charlando cálida y directamente conmigo sobre su último papel, seguramente definitorio de su carrera, en No Time to Die. El lanzamiento número 25 de la franquicia Bond. En él interpreta a Nomi, la agente secreta que hereda el título 007, mientras el propio Bond está en el exilio. Ella responde pensativamente a cada una de mis preguntas, yendo directo al meollo del asunto para decirme lo que realmente piensa. «Si bien no nos secuestran ni nos silencian», dice, «cuando tenemos la oportunidad de hablar, siempre prefiero hablar contigo como si fuera la última vez que digamos estas cosas».
Desde 2012, he visto a Lynch imbuir a sus personajes con la misma calidad: el poder feroz y la urgencia del presente. Artista instintiva y deliberada, se centra en la verdadera historia de la mujer negra. En comunicarla con honestidad y un propósito. Vimos esto en su actuación sólida y matizada como la madre soltera y piloto Maria Rambeau en Capitán Marvel del año pasado, en la que extendió con éxito los límites de lo que se supone que debe ser un héroe. Y lo veremos nuevamente en su salida como la primera mujer 007.
Inicialmente, cuando surgió la oportunidad de Bond, Lynch tenía sus reservas sobre unirse a otra franquicia. Sobre perderse “detrás del hombre”, como ella dice; pero al hablar con la productora Barbara Broccoli y el director Cary Joji Fukunaga, entendió que las intenciones de estos corrían junto a las de ella. Antes de que comenzara el rodaje, se sentó con Phoebe Waller-Bridge, quien estaba allí para infundir al guión una nueva perspectiva femenina. Lynch quería asegurarse de que Nomi fuera sutilmente dibujada, creíble, tal vez incluso un poco incómoda. Se propuso retratar la verdad de ser una mujer negra, alguien a quien tal vez se conociera de verdad; alguien de la familia, evitando la vista bidimensional que se puede transmitir tan fácilmente en la pantalla o al escribir guiones. «¿Un personaje que es demasiado hábil, una figura de hierro fundido? Eso está completamente en contra de lo que defiendo», dice Lynch. «No quería perder una oportunidad en lo que respecta a eso que podría representar Nomi. Busqué al menos un momento en el guión en el que los miembros de la audiencia negra asintieran con la cabeza, burlándose de la realidad pero contentos de ver representada su vida real. En cada proyecto del que formo parte, sin importar el presupuesto o el género, la experiencia negra que presento debe ser 100 % auténtica». Dado que Lynch y yo somos hijas de inmigrantes jamaicanos, me interesa lo que le dio la experiencia de filmar una película de Bond en la tierra natal de sus padres. «Una comprensión más profunda», dice, «de lo que he elegido hacer, de las personas para las que lo hago. Comprender los privilegios como jamaicana de origen británico que mis padres y abuelos me dieron porque vinieron a Inglaterra. En cierto modo, les cumple como un “agradecimiento” por hacer el sacrificio».
Sin embargo, es evidente que todavía hay progresos por hacer en lo que respecta a la integración cultural aquí en Gran Bretaña. Cuando un domingo por la tarde, en abril del año pasado, se filtró la noticia de que una mujer negra heredaría el manto 007, Lynch experimentó de inmediato una avalancha de indignación. Durante una semana, eliminó sus redes sociales, meditó y no vio a nadie más que a su familia, mientras se consolaba con el conocimiento de que los comentarios agresivos en última instancia no eran personales.
«Soy una mujer negra; si hubiera sido otra mujer negra elegida para el papel, habría sido la misma conversación. Habría recibido los mismos ataques, el mismo abuso», dice. «Sólo tengo que recordarme a mí misma que la conversación está sucediendo y que soy parte de algo que será muy, muy revolucionario».
Desde sus inicios en la industria cinematográfica, Lynch ha desarrollado ciertas estrategias de afrontamiento. «A medida que me he convertido en lo que soy, he encontrado formas de seguir siendo respetuosa con los demás pero fiel a mí misma», dice. «Si algo se sentía mal representado o inexacto, por ejemplo, la dinámica entre una madre y su hijo, o la forma en que podíamos envolvernos el pelo para dormir por la noche ... tenía que aprender a decirlo. Me han elegido para contarlo. Una historia auténtica. Así que eso es lo que voy a hacer». El principal propósito de Lynch es, como ella dice, «la lucha de su cultura».
«Como recién llegada a algunos de estos espacios, un lunes por la mañana estás hablando, haciendo que tu voz sea escuchada en el set, y para la hora del almuerzo tienes que continuar con el oficio, energía pura e intacta para que puedas dar tu mejor trabajo», dice.
En esta era velada por las redes sociales y el activismo performativo, Lynch se involucra en proyectos comunitarios privados detrás de escena y muestra cuánta emoción le imprime a esto en Instagram y Twitter. «Por otra parte, los acontecimientos recientes y sus efectos son personales», dice, refiriéndose al aumento de apoyo al Black Lives Matter, tras el asesinato de George Floyd.
«Creo que realmente estamos comenzando a erradicar la jerarquía brillante y bien establecida de la celebridad. Algunas empresas se expresan constantemente y trabajan para educarse a sí mismas y hacer lo correcto; pero luego están las otras», y su voz cambia de inmediato. «Las que le utilizan como una oportunidad. Vemos quiénes son. Está muy claro».
Lynch no tiene tiempo para los supuestos aliados que son inconsistentes en su apoyo. «Me enfureció», dice, de ciertas marcas que se subieron al carro. «¿Ahora, de repente, has encontrado archivos de películas negras para lanzar en tu plataforma? ¿Ahora vas a usar modelos negros en tus anuncios? De repente, todos han decidido que existimos. ¿Dónde estaba esto antes?»
Compartimos nuestras frustraciones sobre cuántas personas afirmaron ignorar los problemas culturales y de diversidad. «Ese ‘Oh, no sabía’ es demasiado profundo», dice Lynch. Por el contrario, señala, los negros «tienen que asumir la responsabilidad diaria de comprender otra experiencia racial para poder navegar por el mundo».
Ella ve su papel en No Time to Die como un paso en la dirección correcta. Una forma de confrontar los estereotipos sobre la raza y el género que han persistido durante demasiado tiempo. «Me siento muy agradecida de poder desafiar esas narrativas», dice. «Nos estamos alejando de la masculinidad tóxica, y eso está sucediendo porque las mujeres estamos siendo abiertas, exigentes y vocales, y denunciamos el mal comportamiento tan pronto como lo vemos».
De hecho, una cosa de la que Lynch está segura es que, como artistas ante el ojo público, debemos ser consistentemente honestos y francos sobre nuestras experiencias, incluso cuando sea aterrador. Incluso cuando nos sintamos vulnerables. Incluso si estamos entre los primeros en hablar de las cosas. «No somos figuras de palo», dice. «Ahora estamos en un momento en el que los artistas tienen suficiente energía colectiva para provocar el cambio. Hay un trabajo real por hacer, hay conversaciones francas que tener. La portada de una revista ya es bonita, las palabras no tienen que serlo».
