Para contar los minutos, las horas, los días y hasta las lunas fueron inventados los relojes.
Hoy, ante un mundo lleno de dispositivos digitales que nos invaden, los modelos hechos a mano se especializan en complicaciones tomando la estética y los siglos invertidos como la mejor razón para vivir el momento.
Texto por Lucy Lara
Para llegar al Vallé de Joux se necesita un auto equipado para deslizarse en una densa nevada y un buen estómago, pues hay infinidad de curvas cerradas entre Ginebra y ese sitio que es el más relevante de la relojería en el mundo. Estamos hablando de una pequeñísima población no sólo aislada por su geografía, sino también por el clima, donde la temperatura baja drásticamente y la nieve blanquísima es parte de la naturaleza cotidiana. Cómo será el frío, que uno de los productos tradicionales de exportación de esa zona ha sido el hielo. Ahí, enclavado en el corazón del valle, rodeado de impresionantes montañas, se encuentra el edificio histórico donde la familia de Jules Audemars vivió y creó su negocio en relojería junto con Edward Piguet. No obstante, ese espacio ha sido intervenido por el despacho arquitectónico BIG para convertir la casa familiar, que había fungido como museo desde 1992, en un espacio para el taller, archivo y conservación de relojería; un estudio dedicado a la reparación de piezas antiguas y salas de reunión. El reto al que se enfrentó BIG, sin embargo, no sólo estaba en el mejoramiento y modernización de los espacios, respetando y conservando la tradicional arquitectura característica del edificio, sino habilitando espacios que funcionen para trabajar y recibir visitas. Al mismo tiempo, esta empresa danesa tenía la encomien da de construir un edificio que se convertiría en el nuevo Musée Atelier Audemars Piguet para albergar a más de 1,300 piezas de relojería que marcan su legado a través de 250 años de historia. Pero la consigna era que el museo tuviera su propia identidad sin restarle importancia a la Maison des Fondateurs y, en unos años, al hotel que será un tercer proyecto en el mismo predio. A partir de esos principios, el despacho BIG se concentró en las condiciones imperantes con especial énfasis en la naturaleza espectacular del valle. Se pretendía que el edificio se mezclara con el paisaje y lo que les posibilitó ganar el proyecto fue hacer de esta construcción algo tan sutil que se fundiera en la nieve durante el invierno y se convirtiera en parte del verde horizonte en el verano. La estructura, sin embargo, a pesar de lucir ligera, tenía que resistir el peso de cuando menos dos metros de nieve en su techo, los temblores que frecuentemente azotan el área y contar con todas las medidas de seguridad que debe tener un museo que conserva tesoros en la historia de la relojería. El resultado fue un estupendo concepto que se integra orgánicamente al terreno antes destinado al estacionamiento en 2,400 metros cuadrados. La creencia común es que su forma en espiral se inspiró en los resortes que son parte fundamental para que un reloj mecánico funcione. No obstante, se trata de un concepto con mayor complejidad, asertividad y funcionalidad, ya que el brief contenido para los contendientes de este proyecto, comprendía la necesidad de que el museo tuviera la secuencia cronológica de la creación de la relojería, la aparición de las complicaciones y el diseño de las piezas con piedras preciosas, además de contar con los talleres de relojería en funcionamiento dentro de las salas. Se necesitaba respetar la secuencia de todos estos elementos, por lo que lo lógico hubiera sido construir un edificio lineal que, obviamente, por predecible sonaba aburrido. Así empezaron a jugar con la idea de poner una parte sobre otra hasta descubrir las ventajas del espiral. Aunque inmediatamente surgió la resistencia a imitar el layout del Guggenheim, en Nueva York, donde se repite la trayectoria de ida y vuelta, pasando dos veces por la misma exposición. Por ello, en lugar de hacer una sola espiral, le dieron la vuelta a la inversa y lo resultante es un doble caracol con dos caminos completamente separados.
El recién inaugurado museo presenta en su interior varios desniveles que respetan la pendiente natural del terreno y diversas atmósferas. La estructura curva en su totalidad, rodeada de 200 vidrios compuestos de seis capas cada uno, no permite que el sol entre directamente a las salas durante el verano gracias a una malla de latón que minimiza el calor. Las piezas de relojería están organizadas por temas o de manera cronológica y, para ello, requieren un ambiente fresco, una iluminación favorecedora y un sistema de ventilación presurizado que evita la entrada de polvo o pelusas, especialmente en el área de trabajo. Todo el edificio está cubierto por un techo que tiene la misma vegetación de su entorno, o con nieve cuando la temperatura es baja, para que se confunda con el paisaje “Para el Musée Atelier Audemars Piguet hemos intentado integrar completamente la geometría y el desempeño, la forma y el funcionamiento, el espacio y la estructura, el interior y el exterior en un todo simbiótico”, afirma Bjarke Ingels, fundador de BIG. La museografía corrió a cargo de Atelier Brückner, a través de la cual los visitantes cruza- rán espacios dedicados al origen de la relojería, los principios del reloj mecánico y una excepcional colección de piezas antiguas y modernas que han forjado el nombre de Audemars Piguet. Cada espacio, desde la recepción en donde puede apreciarse la obra de diversos artistas quienes han hecho colaboraciones memorables con la marca, hasta la exploración del tiempo con esculturas lúdicas, imágenes o piezas de inmenso valor cultural, educativo y económico, tiene su propia personalidad. El trayecto por salas puede hacerse de principio a fin o llevando como hilo conductor un tema como la astronomía, por ejemplo. Existen también áreas de relajación, talleres de relojería en funcionamiento, laboratorios de cine y arte contemporáneo que hacen que este sitio sea un destino obligado para los amantes de la relojería.
AMOR POR LOS RELOJES
Audemars Piguet tiene una presidenta del Consejo de Dirección en un mundo que antes parecía dirigido por y para los hombres. Ella, Madame Jasmine Audemars, recibió a Harper ́s Bazaar en Español para mostrar al mundo su flamante museo. “Los mexicanos aman los relojes, los conocen, están muy bien informados y somos muy afortunados de tenerlos como clientes”, dice orgullosa. También explica que el universo de la relojería ha cambiado y sigue haciéndolo con rapidez cuando se trata de darle a las mujeres un papel importante. Para reafirmar el punto, Audemars asegura que si una mujer tiene un proyecto que le apasione, debe realizarlo sin preocuparse si ese sector haya sido dominado por el sexo opuesto. “¡No tengan miedo!”, exclama contundente. El sector de la relojería, como todas las industrias, se ha visto forzado a reinventarse una y otra vez. No obstante, el reto quizá no se había presentado con la globalidad de este momento. “El punto es que nosotros tenemos relojeros de alta gama, ingenieros especializados en los diferentes departamentos, con materiales únicos para los nuevos movimientos y siempre hay diversas maneras de renovarnos preguntándonos: ‘¿Cómo puedo hacer esto diferente? ¿Es posible resolver este viejo problema?’”, comenta. “Así nos reinventamos: preguntándonos, teniendo dudas y explorando si lo que hemos estado haciendo se puede obtener de otra forma?”. Una cosa nos queda claro, nosotras ya no estamos esperando recibir los relojes de lujo por parte de un hombre. “Las mujeres que compran nuestros relojes son 33%, lo que es bastante bueno para una compañía como la nuestra que tiene una imagen un tanto masculina”, reitera Audemars. “De hecho, no sabemos muy bien los números porque algunos relojes son unisex, quizá son más. Justamente pensando en nosotras, como consumidoras fuertes y potencialmente cada vez más poderosas, esta marca ha creado el Millenary Philosophique para que seamos dueñas de nuestro propio tiempo. Inspirado en la estética de los relojes de una sola aguja del siglo XVII, este modelo da la hora desafiando las convenciones contemporáneas de la medición del tiempo y otorgándonos el privilegio de que lo usemos... ¡filosóficamente! “Este reloj se toma un descanso de los apresurados minutos de nuestro mundo y te invita a establecer tu propio ritmo”, agrega divertida Audemars. Lo que sucede es que una única aguja deambula por la esfera siguiendo una trayectoria elíptica en donde marca las horas y sugiere el trascurrir de éstas sin precisar en los minutos exactos. Es decir, entre hora y hora se marcan los cuartos y la media, de manera que se obtiene un tiempo aproximado. Suficiente, eso sí, para apreciar el paso del tiempo.
Otra cuestión apremiante en la reinvención de la marca es su venta en línea. ¿Es posible gastarse miles de euros en una pieza y solicitarla por Internet? “Estamos al tanto de lo que está sucediendo en el mundo e hicimos un experimento en China en donde están muy avanzados en este tipo de hábitos y nos fue bien. Tal vez intentemos algo similar en Estados Unidos”, dice la presidenta del consejo de dirección. Sin embargo, establece la imposibilidad de entrar a este negocio de lleno, porque no tienen suficientes relojes para abastecer la demanda. La respuesta de la nieta de uno de los relojeros más famosos del mundo me sorprende y se lo dejo saber. Mi impresión siempre ha sido que Audemars Piguet pone un especial interés en el contacto humano y me da la razón. “Queremos conocer a los clientes, y para hacerlo debemos tener nuestras propias boutiques para poder tener contacto directo con ellos”, replica. “Si llegáramos a vender en Internet, aunque no es éste el momento, los clientes irían a la tienda a probarse el reloj y después se dispondrían a comprarlo en línea”. El compromiso total de Audemars Piguet es seguir acercando a su consumidor al arte de la relojería, ya sea primerizo o coleccionista. Para ello, existe un entrenamiento importante para que el personal no sólo entienda las necesidades de su cliente, sino que pueda hacerlo feliz con su reloj, aun si no fue el que pensaba comprar inicialmente. Pues a pesar de que la cifra de producción esperada para el 2020 era de 45,000 piezas, en lugar de las 40,000 que se habían estado entregando año con año, la demanda sigue siendo mayor a la oferta. El Royal Oak Calendario Perpetuo Ultraplano Automático, por ejemplo, requiere de un proceso extremadamente complicado de ensamblaje. Para darse una idea, si hoy llegara a la tienda ese modelo, su proceso para estar ahí no fue menor a dos años. La lista de espera es una realidad nada grata, pero si bien la escasez de sus creaciones provoca frustración, también alimenta el deseo y eso estrecha la relación marca-consumidor. Claro que no todo es tener paciencia para el que desea vivir el sueño que ofrece Audemars Piguet. “Tenemos un nuevo concepto que son seis AP Houses en donde nuestros clientes son bienvenidos incluso si no intentan comprar un reloj, sólo para que se sienten a tomar un café, ver las novedades, conocer lo que está sucediendo con nosotros o tener una conversación amis- tosa”, comenta Audemars, sobre sus espectaculares residencias en Munich, Barcelona, Milán, Londres, Hong Kong y Madrid. “Pueden invitar a sus amigos y tomar un drink en la casa AP”. Otra característica que se suma a las virtudes de esta marca es su relación con el arte. De hecho, ha sido un importante socio para Art Basel, que es el show más relevante internacionalmente de arte contemporáneo. Cada año se presentan en Miami con una selección de talen- tos. “Los artistas siempre están empujando los límites con una visión al futuro y por eso estamos muy felices con nuestra alianza”, declara. “Somos socios también del Montreux Jazz Festival, en Suiza, y muy activos en el golf, pues muchísimos de nuestros clientes lo practican”.
PASIÓN POR EL TIEMPO
Nacer en el Vallée de Joux probablemente te induce a apreciar lo que se ha hecho por siglos en esa zona. Por las inclemencias del clima, los valientes que se animaban a vivir ahí no sólo tenían libertad jurídica y la posibilidad de exentar sus impuestos, sino mucho tiempo libre en las manos, por lo que se fueron capacitando y especializando en hacer pequeñas piezas, movimientos o complicación para los relojes. Hoy, sin embargo, la misma casa Audemars Piguet ofrece capacitación para los interesados en el arte de la relojería. Su educación puede ir desde un curso corto para adolescentes, hasta un periodo de dos a cuatro años. En mi visita al museo y a la casa de los fundadores tuve la oportunidad de conocer a Malika Schüpbach una joven graduada, de no más de 25 años, que tuvo la fortuna no sólo de recibir su educación ahí, sino de emplearse nada menos que en el estudio de reparaciones en donde reciben todos los modelos vintage obtenidos en subastas y ella, junto a un simpático español llamado Francisco Pasandin, se dedican meses y a veces años, a restablecer. Pero si queremos hablar de pasión, no puedo más que mencionar a Michael Friedman, el historiador de la marca, buscador de los tesoros que debe encontrar, y obtener, a través de las diversas subas- tas que se hacen en todo el mundo. Friedman experimentó, en sus inicios como estudiante, un hambre por aprender de la psicología, las ciencias como química, física y astronomía, pero también de la historia de las culturas y del arte. “Entendí, desde muy temprano, que los instrumentos de medir el tiempo son una sección trasver- sal de todas las culturas e ideas y son esas cosas como el aire y el agua que todos compartimos: el tiempo”, confirma. Él relata que su ‘amistad’ con la marca se dio en el 2000, cuando estaba a cargo del departamento de relojes en Christie ́s, Nueva York. “Cuando François-Henry Bennahmias se convirtió en CEO, incluso antes en la exhibición del Royal Oak del 2012, oficialmente empezamos a hablar de crear una posición para mí y vendí mi pequeño negocio para empezar como historiador de la marca, con el deseo expresado de trabajar con el equipo del museo y también con los coleccionistas de nuevos relojes”. Ante un conocedor de este nivel, es lógico que la curiosidad me haya llevado a preguntar cómo él se explica la fascinación que subsiste por llevar un reloj de altos vuelos cuando el marcaje del tiempo está en el celular, la computadora, el televisor y hasta en el tablero del auto. “Irónicamente, cuando fueron creados los primeros relojes repetición de minutos, alrededor de 1,500, esos modelos no eran exactos, no se usaban para marcar el tiempo”, cuenta. “El reloj solar era más certero, pero les interesaban los atributos técnicos y estéticos del objeto y lo que éste representaba, tanto para el dueño como para los creadores”. Se trataba, básicamente, de ser parte de un club de conocedores. Ahora tenemos sistemas mucho más exactos para marcar cada segundo, lo que en lugar de afectar a la relojería, la ha liberado. “La relojería está en una era de oro porque marcar el tiempo es importante, pero es secundario a la función del reloj”, confirma. Para podernos explicar esta teoría, Friedman pone como ejemplo la historia del arte que, en su inicios, buscaba la representatividad: pintar lo que veías lo más real que pudieras plasmarlo. Después de que se inventa la fotografía, sin embargo, esa técnica logró un realismo que era imposible conseguir con pinceles y así es como se liberan los artistas para dar luz al impresionismo. Así, la relojería tuvo mucho tiempo como propósito final la exactitud, pero gracias a la llegada de la tecnología más avanzada, ha sido posible el lujo de crear un reloj tourbillon en cerámica completamente hecho y terminado a mano. “Necesitábamos la liberación para poder ir más allá y explorar nuevas áreas”, agrega, “la relojería continúa siendo fuerte porque sigue evolucionando y es dinámica, no estática”. Se piensa que los modelos automáticos, los de cuarzo y, últimamente, los Smart Watches sepultarían de una vez por todas la tradición relojera. Pero, afortunadamente, ésta no ha perdido terreno y sus adeptos continúan creciendo. “Se ha demostrado muy claramente que los relojes mecánicos nunca habían sido más exitosos, tanto los vintages como los contemporáneos”, acomete el historiador. “El diseño de un reloj dura para siempre y eclipsa totalmente a los objetos (electrónicos) que quedan obsoletos. Filosóficamente hablando, la relojería a este nivel es tan apreciada y atesorada porque desafía el resto de la cultura con- temporánea y, de algún modo, es parte de ella”. A tono con esa filosofía, para celebrar la apertura del museo se ha remasterizado un cronógrafo excepcional de 1943. El modelo original es uno de 307 ejemplares que se hicieron entre 1930 y 1950. Bautizado como el (Re)master01 este bellísimo cronógrafo flyback automático es una edición limitada que contará con 500 piezas. Con los mismos atributos estéticos del original que se encuentra documentado en los archivos de la firma: caja redonda de acero inoxidable, asas en forma de lágrima resaltada por bisel, corona y pulsadores de oro rosa de 18 quilates, la esfera se completa con una escala taquimétrica azul, agujas de las horas, minutos y segundos en oro rosa, y las del cronógrafo en azul. Sin embargo, el calibre es de 40 milímetros que gusta por igual a hombres y mujeres y le da un aspecto más contemporáneo. La pulsera es de piel de becerro pespunteada en un tono que se funde al color del reloj y viene también con una adicional de aligátor marrón, para mayor versatilidad. “Este modelo captura la estética y el ambiente de antes, pero con un nuevo sesgo”, asegura Friedman. “Sí te remonta a 1940, pero al cambiarle el tamaño y remasterizarlo, se sitúa perfectamente aquí en el 2020”.
Este artículo apareció primero en la edición impresa de Harper’s Bazaar México de agosto 2020