Esta mañana el mundo despertó con una fotografía sin precedentes, un agujero negro capturado en el espacio, en la que estuvo involucrada... una mujer. Desde el primer momento, la imagen se ha convertido sin duda en una revolución en nuestra compresión de los objetos más enigmáticos del universo, mostrando un halo de polvo y gas, trazando el contorno de un agujero negro colosal, en el corazón de la galaxia Messier 87, a 55 m de la Tierra. A todo esto, ¿qué es un agujero negro? Se trata, por así decirlo, uno de los objetos más misteriosos que existen, una trampa cósmica de la que ni la luz ni la materia pueden escapar, pues es invisible. Pero las últimas observaciones llevaron a los astrónomos a su umbral por primera vez, iluminando el horizonte de eventos más allá del cual colapsan todas las leyes físicas conocidas. Lo anterior suena realmente fácil sin serlo, pues se trató de un trabajo arduo de 3 años el que lo hizo posible, logrado gracias al Event Horizon Telescope (EHT), una red de ocho radiotelescopios que abarca desde la Antártida hasta España y Chile, en un esfuerzo que involucró a más de 200 científicos. Entre ellos, resalta el nombre de Katie Bouman, una estudiante graduada del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en Ingeniería Eléctrica y Ciencias de la Computación, quien dirigió el desarrollo del algoritmo que pudo ayudar a los astrónomos a conseguir la imagen.
El comienzo de lo (casi) imposible
En 2016, cuando comenzó el proyecto, la científica comentó que “Las longitudes de onda de la radio tienen muchas ventajas”. Pues, al igual que las frecuencias de radio atraviesan las paredes, atraviesan el polvo galáctico: “Nunca podríamos ver el centro de nuestra galaxia en longitudes de onda visibles porque hay demasiadas cosas entre ellas”, agregó. Pero debido a sus largas longitudes de onda, las ondas de radio también requieren grandes antenas. El plato de radiotelescopio más grande del mundo tiene un diámetro de mil pies, pero una imagen que produjo de la luna, por ejemplo, sería más borrosa que la imagen que se ve a través de un telescopio óptico de patio común.
En dicho artículo, Bouman también mencionó que: “Un agujero negro está muy, muy lejos y es muy compacto. "[Tomar una imagen del agujero negro en el centro de la galaxia Vía Láctea es] equivalente a tomar una imagen de una toronja en la luna, pero con un radiotelescopio”. “Imaginar algo tan pequeño significa que necesitaríamos un telescopio con un diámetro de 10,000 kilómetros, lo cual no es práctico, porque el diámetro de la Tierra no es ni siquiera de 13,000 kilómetros”, agregó. La solución adoptada por el proyecto Event Horizon Telescope fue coordinar las mediciones realizadas por los radiotelescopios en lugares muy divergentes. Para lo que Bouman presentó un algoritmo, llamado CHIRP, para la Reconstrucción Continua de Imágenes de Alta Resolución con parches previos, en la conferencia de Visión del Ordenador y Reconocimiento de Patrones en junio.
Ella se unió al documento de la conferencia con su asesor, el profesor de Ingeniería Eléctrica y Ciencias de la Computación, Bill Freeman, y sus colegas en el Observatorio Haystack del MIT y el Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica, incluido Sheperd Doeleman, director del proyecto Event Horizon Telescope. Pero lo que parecía algo literalmente lejano, fue posible, y fue gracia a ella y a todo un equipo que como comentó Doeleman: “Los agujeros negros son los objetos más misteriosos del universo. Hemos visto lo que pensábamos que era invisible. Hemos tomado una foto de un agujero negro”. Así como France Córdova, directora de la Fundación Nacional de Ciencia de EE. UU. Y astrofísica, quien dijo que la imagen, que solo había visto cuando se dio a conocer en la conferencia de prensa que presidía, le hizo hecho llorar: “Hemos estado estudiando los agujeros negros durante tanto tiempo que a veces es fácil olvidar que ninguno de nosotros ha visto uno. Esto dejará una huella en los recuerdos de las personas”. La imagen ofrece el primer vistazo directo del disco de acreción de un agujero negro, un anillo borroso de gas y polvo con forma de rosquilla que constantemente “alimenta” al monstruo interno, un hecho sin precedentes que fue predicho por primera vez en la Teoría de la Relatividad, de Albert Einstein, que incluso él mismo se mostró escéptico de que realmente existieran. Y estamos sin palabras.