El primer acercamiento del vino con nuestros sentidos sucede a través de la nariz, como casi todo lo que nos rodea. Saber reconocer qué elementos contiene una buena botella de vino puede ser más sencillo de lo que crees si prestas la atención necesaria en ese primer acercamiento, cuando al descorchar la botella detectas el aroma que se desprende del envase y se proyecta hacia tu nariz y es que, al igual que en los perfumes, la memoria olfativa intercede antes que el gusto para ampliar la experiencia vinícola que se aproxima.
Este primer acercamiento es imprescindible y es que, sí el olfato da el visto bueno, el gusto procederá a prepararse para el primer trago de una copa que puede resultar en toda una aventura degustativa y sensorial.
En el mundo vinícola el olfato es reconocido como un elemento previo a la degustación, por ello se recomienda que para inmiscuirse en el arte del buen vino, la experiencia previa sea en la naturaleza para que la memoria olfativa entre en acción y logré agrupar olores y sabores a la exquisita hora del trago.
Es probable que al momento de acercar la copa a la nariz algunos elementos pasen desapercibidos, sin embargo, los receptores retronasales entran en acción al momento de dar ese glorioso primer trago, aquí es imposible no reconocer las características del vino que se está degustando por lo que se recomienda tomarlo suavemente y disfrutar la experiencia.
Clasificación de los aromas del vino
Aromas primarios
Estos aromas provienen esencialmente de las características de la uva con la que se produce un vino, es decir, de la genética, el clima y la tierra, por lo que definen la identidad de su procedencia.
En los vinos blancos es común encontrar melocotón, manzana, menta y jazmín, mientras que en los vinos tintos, a pesar de lo diversos que son, comúnmente contienen frutos rojos, arándanos y pimienta.
Aromas secundarios
Estos aromas aparecen durante el proceso de fermentación y puedes percibirlos al servir una copa y marearla ligeramente en círculos. Varian según la temperatura y la levadura elegida para su producción.
Se clasifican en dos grandes grupos: lácticos, es decir, muy cercanos al aroma del yogurth, el queso fresco y la leche.
Fermentados, estos son muy similares al aroma del pan brioche recién horneado.
Aromas terciarios
Muy cercanos al aroma del cuero y algunas pieles de animales, los aromas terciarios del vino provienen de su crianza y son muy breves ya que aparecen cuando se descorcha la botella y desaparecen casi al instante. Son el resultado de una mezcla primigenia.
Evocan el aroma de algunas flores, frutas, maderas o animales.