Ambientado en lo que parecen ser unos baños públicos con tonos rojos y una luz tenue que apenas permitió admirar el arte de Alessandro Michel, así se vivió el desfile de Valentino, el segundo bajo la firma de Michele.
Las prendas confeccionadas en encajes y transparencias revelaron la genialidad de Alessandro Michele al frente de la casa de moda y porque esta colección en particular es una evidente conexión con la filosofía y es que el escenario —convertido en un baño público— no es casualidad, a través de este, Alessandro Michele puso sobre la mesa la dualidad de lo público y lo privado.
A partir de imaginar y presentar su segunda colección al frente de Valentino, Alessandro Michele plantea la porosa frontera entre lo público y lo privado, el interior y el exterior, entre lo íntimo y lo expuesto, entre lo personal y lo colectivo, entre lo que permanece privado y lo que está destinado a ser compartido, entre la profundidad y la superficie. Una heterotopía espacial (M. Foucault) donde el ritual del cuidado de las intimidades revela claramente su dimensión meta-teatral.
El resultado es un espacio distópico, inquietante, lyncheano: un espacio temporalmente autónomo, libre de la codificación de normas, orgullosamente político porque tiene el potencial de subvertir cualquier clasificación binaria rígida. Un espacio de apariencia (H. Arendt) donde la intimidad reclama su papel en la construcción de identidad, a través del vestirse y desvestirse. Lejos de cualquier postura esencialista.
Esta es la genialidad de Alessandro Michele, quien ha planteado por segunda ocasión la evidente conexión entre la moda y la filosofía haciendo de la pasarela un escenario ideal para sus manifestaciones