Durante la semana de Alta Costura Primavera-Verano 2020, Chanel retorna a sus raíces a través de una colección de líneas puras, aire de austeridad y diseños depurados. La propuesta hace un homenaje a la infancia de Gabrielle Chanel (fundadora de la firma francesa), por medio de trajes que emulan el uniforme de estudiantes de internado. Quien reviviera el sello Chanel –Karl Lagerfeld murió hace poco más de un año-, y ahora, la diseñadora Virginie Viard, su antigua mano derecha, es la directora artística.
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Mientras Karl optaba por la espectacularidad para sus presentaciones; Virginie recurre a lo sobrio y sofisticado. El marco del desfile fue el museo Grand Palais, donde se recreó un jardín con una fuente al centro. La colección se despliega en una sobria gama de tonos blancos y negros, como los vestidos de tweed con los que el desfile abrió, los cuales se combinaron con botines o con zapatos que imitan unos calcetines sobre medias blancas.
El tradicional traje de saco con falda es reinventado. Las faldas aparecen con capas de tul sobrepuesto y su apariencia es más vaporosa y ligera.
Sobria pureza
En una mirada más detallada a cada silueta, Viriginie opta por un maquillaje neutro, y evita el uso de joyas y accesorios. Aquí lo importante es la pureza de cada uno de los looks. “Mademoiselle Chanel imponía al bullicio mundano la nobleza del silencio”, escribió en una ocasión el cineasta Jean Cocteau. Una visión que Viard trató de reconstituir con este desfile que, como todos los eventos de Chanel, constituye una gran cita mundana a la que asisten en primera fila decenas de celebridades.
Virginie recreó la antigua abadía cistersiana de Aubazine, donde “Coco” Chanel residió tras la muerte de su madre y en la que pasó parte de su infancia. Este lugar influyó en el estilo de la fundadora de la firma: puro y riguroso, según ella misma admitió. “Lo que me interesa de este decorado es la paradoja entre la sofisticación de la alta costura y la simplicidad del lugar”, subrayó la diseñadora en una nota.
“La idea de la estudiante de internado, de la ropa para los niños de antaño, me gustaba mucho”, comentó la directora creativa. Así, los estrictos uniformes de internado cohabitan con vestidos livianos y de bordados florales.
Los motivos de algunas prendas evocan los de los vitrales que Gabrielle Chanel veía a diario de pequeña. La pureza de las líneas se concreta también en los abrigos largos y en el vestido de novia que cierra el desfile: corto y sencillo, con triple cuello Claudine y velo bordado con ramas de glicinias.
Con información de Agence France-Presse/AFP