El desierto de Atacama ubicado en Chile ha sido convertido en un basurero de la moda que se compra, viste y bota en Estados Unidos, Europa y Asia. El consumo desmedido y fugaz de ropa, con cadenas capaces de sacar más de 50 temporadas de nuevos productos por año, ha hecho crecer de manera exponencial los desechos textiles en el mundo, que tardan 200 años en desintegrarse. Cambiar hábitos y la manera de hacer ropa nunca había sido tan necesario.
El desierto de Atacama es víctima de la industria de la moda
La ropa es fabricada en China o Bangladesh y se compra en Berlín o Los Ángeles. Al menos 39.000 toneladas terminan como basura escondida en la zona de Alto Hospicio, en el norte de Chile, uno de los destinos finales de ropa de temporadas pasadas de cadenas de moda rápida.
Chile es el primer importador de ropa usada en América Latina. Desde hace cerca de 40 años existe un comercio sólido de “ropa americana” en tiendas a lo largo del país.
“Esta ropa llega de todo el mundo”, explica Alex Carreño, ex trabajador de la zona de importación del puerto de Iquique, que vive al lado de un vertedero de ropa.
En esa zona de importadores e impuestos preferenciales, los comerciantes del resto del país seleccionan las prendas para sus tiendas y lo que sobra no puede salir por la aduana de esta región. Entonces el desierto se ha convertido en su basurero perfecto.
“Lo que no se vendió a Santiago ni se fue a otros países (como Bolivia, Perú y Paraguay por contrabando), entonces se queda aquí porque es zona franca”, afirma Carreño.
Sobre el paisaje desértico hay manchas de todo tipo de basura, y muchas son de ropa, carteras y zapatos.
Actuar es urgente
Reportes sobre la industria textil han expuesto el alto costo de la fast fashion; trabajadores subpagados, denuncias de empleo infantil y condiciones deplorables para producir en serie. A ello se suman cifras devastadoras sobre su tristísimo impacto ambiental. Según un estudio de la ONU de 2019, la producción de ropa en el mundo se duplicó entre 2000 y 2014. Lo anterior ha dejado en evidencia que se trata de una industria “responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global”. El mismo informe señala que solo la producción de unos jeans (vaqueros) requiere 7.500 litros de agua, destaca que la fabricación de ropa y calzado genera el 8% de los gases de efecto invernadero, y que “cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura”.
“El problema es que la ropa no es biodegradable y tiene productos químicos, por eso no se acepta en los vertederos municipales”, contó Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra.
Bajo tierra hay más prendas tapadas con ayuda de camiones municipales, en un intento por evitar incendios provocados y muy tóxicos, por los químicos y telas sintéticas que la componen.
El basurero “ideal”
La ropa enterrada o a la vista también desprende contaminantes al aire y hacia las napas de agua subterráneas. La industria de la moda es tan tóxica como los neumáticos o los plásticos y el desierto de Atacama parece haberse convertido en su basurero ideal. Con información de AFP Sigue leyendo...
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