La moda corre, vuela, avanza a un ritmo vertiginoso. Son muchas las marcas de moda sostenible que buscan poner freno a este consumo desmedido apoyándose en modelos amigables con el medio ambiente, aquellos que satisfacen “las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la capacidad de las futuras para satisfacer las propias, considerando los tres pilares: social, económico y medioambiental”, como explica Silvia Pérez Bou, profesora de Co-responsibility en ISEM Fashion Business School.
En la otra cara de la moneda, hace cuatro o cinco décadas se creaban solo dos colecciones al año, el boom de las firmas de moda pronta ha hecho que estas tornen en 53, una por semana. Y eso sin tener en cuenta las líneas cápsula, cada día más presentes en el panorama fashion. Como consecuencia de toda esta vorágine de prendas y accesorios, la industria de la moda se ha convertido en una de las que más contamina. Los datos hablan por sí solos: se confeccionan ya más de 100.000 millones de prendas al año, se necesitan más de 8.000 litros de agua para hacer unos simples jeans y la inmensa mayoría de ropa que llevamos en nuestro día a día lleva plástico en su composición (con un tiempo medio de degradación de más de siglo y medio).
Son muchos los beneficios de la sostenibilidad, como la reducción del uso de plástico o el respeto al medio ambiente y a las especiales animales. Aunque la mejor parte se la lleva la concienciación de los compradores, el hacer ese clic que logre un cambio de pensamiento. “El mayor impacto ambiental en algunas prendas no se produce en su fabricación, sino en el uso (lavado-agua, planchado-energía...), y eso implica al consumidor: le hace ser parte, si quiere, de este nuevo modo de vivir”, asegura la experta.
Teniendo en cuenta que es cada vez más la gente que se preocupa por el medio ambiente (según un estudio elaborado recientemente por el CIS, más del 75 % de los españoles empiezan a estar preocupados por temas vinculados con la ecología), no es de extrañar que muchas marcas comiencen a contemplar la situación desde otra perspectiva. Así, Chanel, Donna Karan, Versace o el Givenchy de Clare Waight Keller son algunos de los nombres que en los últimos tiempos han renunciado al uso de pieles animales, Stella McCartney ha ido un paso más allá y ha colaborado en la creación de tejidos sintéticos que simulan la piel y firmas como Bettina Bakdal o Eckhaus Latta dan una segunda oportunidad fashion a materiales reciclados (la segunda, por ejemplo, confecciona abrigos y chaquetas con alfombras de Ikea). La sostenibilidad está al alza.
Las grandes cadenas low cost no han hecho caso omiso a la demanda de la calle. Zara lo hace a través de su línea Join Life, en la que se trabaja con fibras naturales que se extraen de cultivos de riego natural; Asos lanzó recientemente su primera línea de vaqueros sostenibles, mientras que H&M, que cuenta con sus líneas Conscious y Conscious Exclusive, lleva varios años invitando a los clientes a que depositen aquellas prendas que no usan en grandes contenedores sitados en sus tiendas (que se pueden canjear por vales de descuento para futuras compras) y que ellos emplearán, en parte, para confeccionar nuevas prendas o paños de limpieza, además de usar otras para crear materiales humectantes o aislantes para la industria automovilística.
En el made in Spain, son muchas las enseñas que han abrazado a la sostenibilidad. Y si hay una que se nos venga directamente a la cabeza, esa es Ecoalf. La firma creada hace menos de un decenio destaca por el uso de materiales reciclados para crear prendas de todo tipo (lo último, bañadores). Entre sus proyectos destaca Upcycling the Oceans, un programa con el que se recoge la basura de los mares y océanos y la convierte en un hilo de primera calidad que sirve como materia prima para hacer tejidos y productos.
Al suyo se le suman muchos otros nombres como María Malo (que confecciona prendas con materiales naturales y reciclados y los decora con estampados hechos a mano y con tintes libres de químicos), Mireia Playà (que sustenta sus creaciones sobre las convicciones veganas de su propia fundadora), Bohodot (con prendas de baño en las que se emplean materiales de proveedores españoles) o CUS (que trabaja solo con materiales sostenibles y orgánicos o tejidos reciclados).
Llegados a un punto que parece de no retorno, la pregunta parece inevitable: ¿llegará un día en el que el sector se rija únicamente sobre el modelo sostenible? Silvia Pérez Bou lo tiene claro: “la industria de la moda camina en esa dirección. Haría falta una colaboración entre todos los stakeholders para conseguirlo: proveedores (de grandes y pequeños), fabricantes, medianas empresas, líderes”. “El proceso de fabricación 3D y las posibilidades de impresión, podrían llegar a que la moda se fabrique directamente entienda en el acto, bajo pedido del comprador, con lo que no haría falta tanto stock ni tantas referencias de producto, ni tantas fases de packaging”, añade.
Similar es la opinión de la diseñadora catalana Mireia Playà, quien cree que el futuro será sostenible o no será. Todo, claro, con un ‘pero': “No solo deben cambiar las marcas ofreciendo productos producidos de manera sostenible o materiales que puedan tener una segunda vida o reciclarse, sino que también es muy importante la actitud del comprador. Nos hemos acostumbrado a consumir mucho más de lo necesario, a renovar el armario constantemente, y esto lo único que hace es generar desperdicios”. Está en nosotros coger la sartén por el mango y romper con este ritmo frenético.
En esa misma línea va Esther Asensio, fundadora y directora creativa de Mimeyco, la firma de bolsos y ‘cestitos’ que triunfa en Instagram. “El cambio más radical no puede llegar de las pequeñas marcas, ya que no tienen la capacidad que pueda tener un gigante de la moda low cost. España es un país de firmas a bajo coste y hasta que estas no empiecen a producir una moda más sostenible, el cambio no se hará visible”, dice. Un poco más derrotista es la visión el futuro de Ana Gallego, directora creativa de Sur/Sac, ya que cree que “será muy complicado que la moda sea 100% sostenible, pero creo que si todos aportamos un poquito de juicio podemos avanzar muchísimo”.