La polémica en torno a las imitaciones de cartón hechas como ofrenda a los difuntos chinos
Una mujer y su bolsa son siempre una reflexión. Si a esto le sumamos cuestiones terrenales, todo se complica y se enreda escandalosamente. Y sino que se lo digan a Gucci.
Hace unas semanas la casa italiana causó controversia al tratar de “impedir” la venta en China de reproducciones de cartón de sus apreciados complementos, para ofrendar a los muertos. El apogeo de estos artículos se da especialmente durante la festividad de Qingming —el equivalente al Día de los muertos—, pero durante todo el año están disponibles en comercios, ofreciendo diferentes modelos y “marcas”. Todas de lujo, eso sí.
En China, como en México, es habitual homenajear a los antepasados con ofrendas. La costumbre es quemar dinero falso o comida, pero en el sur del país, especialmente en Hong Kong, se ha popularizado que las familias quemen réplicas, algunas muy elaboradas, de los objetos más variopintos propios de los reportajes de alta sociedad: autos deportivos, mansiones con alberca, celulares o cualquier otro objeto de deseo que crean que sus difuntos puedan anhelar.
Para muchas personas el sueño eterno es una bolsa de Gucci. Las réplicas funerarias del elegante GG Marmont —con la emblemática doble G al frente—, o la popular bandolera de “lona” estampada con la tribanda en verde y rojo se han convertidos en los productos estrella para la conquista del más allá. Además, para completar el kit de ultratumba, muchos vienen acompañados de su par de zapatos. Es en estos momentos cuando descubres la verdadera importancia de invertir en una pieza clásica, aunque sea de papel plegado.
Kering, el grupo de lujo francés propietario de Gucci, instó en un primer lugar a paralizar la venta de estos artículos, en un acto más de la compañía por frenar las masivas falsificaciones de sus productos en China —se calcula que el 80% de las falsificaciones provienen del país asiático—. Sin embargo, muchos locales sintieron esta medida como una intromisión en sus costumbres. Por esta razón Gucci optó por disculparse e informar que no tomaría ningún tipo de acción legal respecto a la venta de estas ofrendas.
Polémico o no, la realidad es que los bienes de lujo siempre son materia de deseo. Aspiraciones, anhelos, caprichos. Y es precisamente por esa naturaleza, cambiante e innecesaria del lujo, por el cual tendremos que acostumbrarnos, cada vez más, a la transformación constante de lo superfluo en necesario y de lo humano en divino.
Desconozco la dinámica del inframundo, es evidente, pero quién podría negar que cualquier existencia, terrenal o inmortal, es mejor si uno está acompañado de una buena bolsa. Y si es una Gucci, mejor.